jueves, diciembre 22, 2005

Cartas de Eric Puleva

Te parecerá curioso, Pilar, pero las palabras se me caen de las manos. Cada vez con más frecuencia. Se me escurren entre los dedos y no hay nada que pueda, ni quiera, hacer para retenerlas. Se van cayendo una tras otra para terminar estrellándose contra el suelo en una especie de suicidio colectivo que es a la vez ofrenda ritual. Una vez muertas, una vez que se han deshecho en 3.000 y un pedazos, las palabras pierden todo sentido y se covierten en una extraña sucesión de caracteres sin significado coherente. Simples significantes sin un contexto que nos permita intuir, tan siquiera, un mínimo significado que asociar a esa extraña sopa de letras que nada en su viscosa y anodina desestructuralización.

Tampoco siento nada que no sea vacío e indiferencia. ¿Por qué habría de sentirlo? Tan sólo se trata de palabras muertas en busca de un individuo que evoque un concepto capaz de realizarse con la fuerza de sus fonemas. Tan simple y a la vez tan complicado. La espera puede ser eterna si resulta que surge otra combinación de fonemas que cumpla esa deseada, que no necesaria, evocación antes que ella, lo cual nos indica la inutilidad de su existencia presente a pesar de su gran e inestimable utilidad pretérita y puede que, hasta, futura.

Nunca se sabe con esto de las palabras muertas o en vías de extinción.

Lo que importa, lo que de verdad importa de todo este asunto es que sigo teniendo los dedos y las palmas de las manos llenas de babeantes palabras mirándome con cara de no nos hagas esto, por favor, danos otra oportunidad. Las sacudo para librarme de ellas, pero se aferran a la vida con la fuerza de sus siglos y entiendo que así no, que de esta manera no me libraré de ellas. Así pues, abro el grifo del lavabo y, frotándome las manos hasta que la sangre mana para teñir de rojo bermellón todos esos cadáveres con ojos suplicantes, dejo que se vayan en espirales interminables por el desagüe en busca del limbo en el que habitarán hasta que alguien, tal vez yo, quién sabe, los rescate de su muerte y los devuelva a la vida. Aunque sólo sea por un pequeño instante para ganar más puntos formando con ellos la palabra anteojos en lugar de gafas en una partida de scrabble.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Inmenso. Cuantísimo dolor.

9:40 a. m.  

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