viernes, septiembre 30, 2005

EXPEDIENTE Nº33

No sé si será por mi falta de experiencia o porque aún conservo la capacidad de asombrarme fácilmente, pero, sin lugar a dudas me atrevo a afirmar que Fernando S. es el paciente mas “extraño” que he tratado en los diez años que llevo ejerciendo la psicología.

Llegó a mí de la manera más habitual, ya saben, llamó por teléfono y mi secretaria (que lleva bata blanca, luego les diré porqué) le concretó un día y una hora para que se pasara por mi consulta, y efectivamente así lo hizo en su momento. El día estipulado y a la hora concertada lo tenía allí sentado enfrente de mí, con la espalda apoyada totalmente sobre el respaldo de la silla, su impoluta camisa de cuadros abrochada hasta el último botón y su recién planchado pantalón vaquero; remataba su inmaculada figura unos brillantísimos zapatos negros y una raya en su peinado que parecía hecha con escuadra y cartabón.

Iniciamos la consulta como siempre hacemos con los nuevos pacientes, mi secretaria libreta en mano, empezó a hacer las preguntas de rigor para nuestros expedientes.

-¿Me dice su nombre completo por favor, nombre y apellidos?-. Preguntó mientras pulsaba el botoncito de la parte superior de su bolígrafo para poder empezar a escribir a la vez que él, titubeante y un poco nervioso se dirigió a ella.

-Eh...Fernando, Fernando Sarmiento.- Dirigió a mi secretaria y a mí una mirada con un gesto que hasta un besugo podría haberse mofado de él, se incorporó en la silla, se acercó a nosotros y con gesto descompuesto nos gritó:

-¡Fernando Sarmiento!, ¡Sarmiento! ¡el que fuera a cagar y se lo llevó el viento! ¡JA, JA, JA, JA…!.- Reía compulsivamente con una sonoridad estridente y fue en ese momento cuando pensé por primera vez lo que todos los psicólogos pensamos pero que nunca decimos a nuestros pacientes, que aquel tipo que tenía delante de mí estaba como una jodida regadera, y debió de notarlo porque su semblante pasó del histerismo exacerbado al de sonrojo de una forma radical.

Carraspeé un poco, tragué algo de saliva y exhibiendo mi mejor sonrisa me dirigí a el preguntándole:

-Bueno Fernando, dígame, ¿que le ha motivado venir a mi consulta?-. Le dije mientras le hacía gestos a mi secretaria para que se retirara.

-Pues porque creo que estoy loco-. Me dijo.

-¡Oh Fernando!.-dije mientras movía mi cabeza con un vaivén horizontal queriendo demostrar mi desacuerdo con aquella expresión.-“Loco” es una etiqueta que la sociedad impone a aquellos que no se ajustan al mo…-. No me dejó acabar la frase.

-¡Déjese de cuentos Mariano! (yo me llamo Esteban), hable conmigo durante una hora y después dígame si estoy loco o no.

-Mire Fernando…- Dije en un tono de voz bastante paternal. –Para dejar de estar loco lo primero es empezar a no considerarse un loco, ¿no cree?.

-¡Vaya! Creo que nunca había pensado en esa… esa cosa, ya sabe, no considerarme un loco y eso, esta bien doctor-.

-No me llame doctor, no lo soy (es curioso, los psicólogos tratamos a las personas de “pacientes” porque están enfermas pero ellos no se dan cuenta de que no podríamos curarle una herida ni a un hámster porque no somos médicos, pero aún así hago que mi secretaria use una bata blanca en la consulta para dar “ambiente de consulta medica”).

–Solo llámeme Esteban.

- Esteban-.

- Eso es, Esteban-. Afirmé.

- Esteban-. Volvió a repetir.

- Exacto-. Volví a afirmar temiendo que aquel dialogo de besugos no acabara nunca.


El Artista Madridista


3 Comments:

Blogger Kashmir said...

Bravo, bravo!!!

Este es hombre no deja de sorprender.

Pido, ruego, suplico que nos regale un esbozo, unas simples notas sobre aquella historia genial del tal Fuminico, Chimenico o algo así.

Gracias

2:45 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Zumbido... Zumbido... Absurdo... Llevo años escuchándolo, o días, o meses... no se... Creo que es el zumbido del silencio. O el de mis tripas. O el de mi cerebro mientras se disuelve dentro de mi puto cráneo.

Me llamo Fernando, así me llamó mi madre. Ella sabrá por cual de mis padres me llamó Fernando.

Tengo que poner fin a esto. Ya he hecho bastante daño. Anoche, mientras dormía, supe qué hacer... Iré a un loquero. Creo que hay uno en la calle, más abajo.

Estoy sentado ante el loquero. ¿Como me ha dicho que se llama?. Que importa. La chica de la puerta huele a azmizcle. Tiene una bonita sonrisa. Seguro que suda. Seguro que cuando suda huele más a azmizcle.

Doc tiene buenas ideas. Es un tipo simpático. Su secretaria también. Huela a Azmizcle.

6:37 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Si yo me viera en esa situación buscaria la cámara oculta. Dudo que realmente "Fernando Sarmiento" fuese un loco, más bien apostaria por que fuese un cachondo que se dedica a poner a prueba la paciencia de la gente,y que mejor que los psicologos para que se ganen su sueldo.
PD: sabeis lo que es un sarmiento?!

10:40 p. m.  

Publicar un comentario

<< Home