“Aquella noche el viejo Vinnie no habia vendido ni la mitad de perritos de lo que solía vender normalmente. Será el frío-se decía-En esta epoca del año el jodido frio hace que no salga a la calle mas que los polis y esa chusma que va al Weezer´s-. Sin embargo le llamó la atención la “rubia platino” que acababa de pasar un par de horas antes por la esquina de enfrente: bien vestida, peinado de 15 pavos y unos pechos que le llegaban hasta el domingo que viene aunque con poca clase; debía de ser una de esas furcias que se vestian para la ocasión con lo que algun cliente le adelantaba para “gastos de producción” y despues si te he visto no me acuerdo. El resto de la noche transcurrió bastante tranquila excepto por el ruido de la bronca de unos borrachos y los dos disparos. Dos disparos que resonaron en mitad de la noche como dos truenos, y después , el silencio, un silencio que quedó roto por el sonido de unos tacones que se acercaban por el final de la calle. -Buenas noches, un perrito completo con mucha mostaza y extra de cebolla por favor-dijó una voz de mujer. -Claro señora, ¿Algo para beber?-. -Una Miller bien fria-respondió ella con una sonrisa en los labios- Me hace gracia ¿sabe?, por lo de llamarme señora digo-Bebió un largo trago de la cerveza y le dió un gran mordisco al perrito- Hace un par de horas no le hubiera dado importancia pero ahora...-El viejo Vinnie la miraba un poco sorprendido cuando ella sacó de su pequeño bolso de imitacion de channel un pequeño revolver.-ahora sí soy una SEÑORA-.”
La boda fue tan fastuosa como toda boda que se precie debe serlo. Se fueron de viaje de novios a Hawai donde fueron muy felices y ya de regreso, el príncipe le dijo muy serio a Blancanieves:
- Blancanieves, me voy de viaje de negocios y no sé cuando volveré. Entretanto, ocúpate de ayudar a mi madre, la reina. - Pero... ¿No puedo acompañarte? - No, Blancanieves. La mujer de un príncipe no hace esas cosas. Ya lo entenderás, es el precio que has de pagar.
El príncipe marchó en su Learjet privado rumbo a Mónaco y Blancanieves, enterada del lío que éste tenía con la princesa Estefanía, pasaba los días entre lloros y suspiros. Cuentan que pedía insistentemente a su suegra, la reina, le hiciera el favor de poder ver a sus enanitos queridos a lo que ésta, invariablemente, se oponía.
- Una mujer de tu clase no se relaciona con esa gentuza.
Ante la determinación de Blancanieves de verlos a toda costa, la reina ofreció, en secreto, un puesto de trabajo a los siete enanitos con la condición de que nunca, bajo ninguna circunstancia, revelaran a Blancanieves su paradero. Ellos aceptaron y Blancanieves nunca volvió a saber de ellos. Las fiestas, la cocaína, la cerveza en lata de supermercados baratos, los perritos calientes a deshoras y una operación de aumento de pecho no consiguieron devolverla al añorado ataúd de cristal en medio del bosque que la vio crecer...
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“Aquella noche el viejo Vinnie no habia vendido ni la mitad de perritos de lo que solía vender normalmente.
Será el frío-se decía-En esta epoca del año el jodido frio hace que no salga a la calle mas que los polis y esa chusma que va al Weezer´s-. Sin embargo le llamó la atención la “rubia platino” que acababa de pasar un par de horas antes por la esquina de enfrente: bien vestida, peinado de 15 pavos y unos pechos que le llegaban hasta el domingo que viene aunque con poca clase; debía de ser una de esas furcias que se vestian para la ocasión con lo que algun cliente le adelantaba para “gastos de producción” y despues si te he visto no me acuerdo.
El resto de la noche transcurrió bastante tranquila excepto por el ruido de la bronca de unos borrachos y los dos disparos.
Dos disparos que resonaron en mitad de la noche como dos truenos, y después , el silencio, un silencio que quedó roto por el sonido de unos tacones que se acercaban por el final de la calle.
-Buenas noches, un perrito completo con mucha mostaza y extra de cebolla por favor-dijó una voz de mujer.
-Claro señora, ¿Algo para beber?-.
-Una Miller bien fria-respondió ella con una sonrisa en los labios- Me hace gracia ¿sabe?, por lo de llamarme señora digo-Bebió un largo trago de la cerveza y le dió un gran mordisco al perrito- Hace un par de horas no le hubiera dado importancia pero ahora...-El viejo Vinnie la miraba un poco sorprendido cuando ella sacó de su pequeño bolso de imitacion de channel un pequeño revolver.-ahora sí soy una SEÑORA-.”
La boda fue tan fastuosa como toda boda que se precie debe serlo. Se fueron de viaje de novios a Hawai donde fueron muy felices y ya de regreso, el príncipe le dijo muy serio a Blancanieves:
- Blancanieves, me voy de viaje de negocios y no sé cuando volveré. Entretanto, ocúpate de ayudar a mi madre, la reina.
- Pero... ¿No puedo acompañarte?
- No, Blancanieves. La mujer de un príncipe no hace esas cosas. Ya lo entenderás, es el precio que has de pagar.
El príncipe marchó en su Learjet privado rumbo a Mónaco y Blancanieves, enterada del lío que éste tenía con la princesa Estefanía, pasaba los días entre lloros y suspiros. Cuentan que pedía insistentemente a su suegra, la reina, le hiciera el favor de poder ver a sus enanitos queridos a lo que ésta, invariablemente, se oponía.
- Una mujer de tu clase no se relaciona con esa gentuza.
Ante la determinación de Blancanieves de verlos a toda costa, la reina ofreció, en secreto, un puesto de trabajo a los siete enanitos con la condición de que nunca, bajo ninguna circunstancia, revelaran a Blancanieves su paradero. Ellos aceptaron y Blancanieves nunca volvió a saber de ellos. Las fiestas, la cocaína, la cerveza en lata de supermercados baratos, los perritos calientes a deshoras y una operación de aumento de pecho no consiguieron devolverla al añorado ataúd de cristal en medio del bosque que la vio crecer...
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